2/9/10

Ella

Preparando la comida, se da cuenta. Aunque el pensamiento la espanta, se da cuenta que no hay nada que hacer. Ella es así y así será. Y quizás nadie la quiera, ni ahora, ni nunca jamás. Pero está condenada por su forma de actuar y de pensar. Algún eje interno que no puede localizar la bloquea, y le quita la capacidad de quitarse (de sí misma). Tiene un espásmo y se pone a llorar. Las lagrimas le caen lentamente por sus ojos, ojeras, cachete, labios, pera, y se seca. Quiere negar lo que le molesta, para hacerse la fuerte, pero no se da cuenta que esos pobres intentos de fortalecerse son su mayor debilidad. Es eso, es su orgullo, y su ceguera lo que le impiden defenderse, cuando es ella misma la que sea ataca, y no lo otros. Cuando piensa que en realidad son sus seres queridos y cercanos los que la destruyen, y en el fondo nos es más que ella misma. Mientras se deja caer en el piso, empieza a oler como lo que preparaba se quema. Pero no hace nada, y se deja estar. Sigue pensando, en que hacer, en que hacer. Hace un repaso mental de todos lo últimos acontecimientos: sus perdidas, sus ganancias, sus tritezas y sus sonrisas. Así mientras el humo sube, se decide, se arma de valor, encuentra los caminos correctos y hace sendos planes. Todo empieza a cuadrar, y aun con los cachetes mojados se levanta. Es ahí cuando recapacita en lo que antes había ignorado, en lo que el fuego estaba destrozando. Y se deja caer otra vez.

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