1/12/08

Un día

-De noventa.
Busca un asiento, pasando vagamente la mirada. No encuentra ninguno que realmente sea de su agrado, algo que potencie su soledad. Logra escabullirse en uno doble, compartido con una morena de unos 85, con un pequeño, algo así como el nieto, que apacible duerme. Saca su portable de discos compactos. La enciende y se deja seducir por los ritmos de su propia banda. El ego se le eleva a algún punto perdido, sin embargo, su cuerpo hostigado no logra el relax. Nunca desde chico logro acomodarse en unos de los asientos dobles, solo con alguna dificultad en los simples. Pronta y sin amor, como alguna vez lo hiciera ella, la pila se acaba. No muy optimista, y bastante mitigado se saca los Panasonic, y tiembla. Algún renovado recuerdo lo recorre, y lo inquieta, haciéndolo mirar hacia ambos costados varias veces. Guarda las pocas cosas: auriculares y el portable, mas una compactera. Y siembra las bases, que le permitirán, como siempre quiso, llorar por todo. La perfección tiende a ser completa y llenadora. Así su pequeño compañero despierta. La impotencia potencia sus gritos. El hambre le implora. Y quiera o no escucharlo lo aguanta, ya llorara luego. El pequeño pronto mama de un pequeño envase y se relaja. Pero no así él. Algo más que sus ojos se hincha, y ruega a la velocidad. Intenta una vieja técnica, que alguien alguna vez le hubiera dicho. Se dice Ohm, piensa en nada, en blanco. Suspira. Sabe que no es suficiente y que no va a alcanzar, pero con robar un poco siempre alcanza. Algo de automatismo, en algún lugar perdido entre Alberti y Solís, entre Caseros y Garay, lo deja. Su casa es otra, otra ruta, a la que camina raudo y llega exhausto. Entra y saluda. Se preocupan, pero solo fue un mal día. No tiene hambre y no va a cenar. Solo caminara un poco más. Basta de automatismos, basta de costumbres, basta de idas y vueltas, basta de conformes. Entra a su pieza y llora. Como un bebe, como un nene grande. Un pequeño arroyo de dolor se forma y lo ahora. Su imaginación todo lo trastorna y una húmeda cuerda lo ahoga. Ya no tiembla, ya no llora, ya no respira. Pronto se duerme. Quizás algún otro día, despierta.

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